jueves, 24 de noviembre de 2011

MISERIA HUMANA CAP. I

Desde hoy les traeré en forma de cuento las historias reales más bizarras que he escuchado o vivido. Tomando prestado el título “Miseria humana” de mi amigo Ignacio Ardila, protegiendo la identidad de los personajes aquí descritos y añadiendo ciertos toques de ficción, comenzaré hoy con una historia a la que llamaré:
“Mejor guaricha conocida…”

Julián era un tipo insolente, engreído y “tumbalocas”. Por eso, no fue para él extraño que en aquella rumba del viernes en la noche en “cuadra picha”, levantara con excesiva facilidad a una “zunguita deliciosa” como él mismo decía.
Llevaba menos de 30 minutos en el bar “Pachanga y Pola” junto con Manuel y Kike cuando decidieron acercarse a Jenny, July y Jasbleidy, las tres mujeres que deliberadamente habían elegido la mesa más cercana a los desprevenidos hombres para coquetearles. Tampoco fue para ellos sorprendente ni extraño que las tres se llamaran por “J”, por el contrario, esto precipitó las tácticas de conquista de Julián y sus amigos.
El tiempo fue pasando, los tragos fueron haciendo su efecto y pronto, los amigos decidieron proponer a las mujeres “seguir la rumba” en un lugar más íntimo, a lo que recibieron una inmediata y afirmativa respuesta que motivó aún más los ánimos enardecidos.
Ya en un motel de muy baja categoría, Julián y su compañera de turno estaban prestos a tener relaciones sexuales, sin embargo, ella pidió antes que se tomaran un traguito para pasar los nervios… Este fue el último recuerdo lúcido que tuvo Julián antes de quedar inconsciente.
Cuando recobró el conocimiento, trató de repasar en su mente lo que había pasado, sin embargo, el mareo lo obligó a correr hasta el baño y vomitar todo el trago que había consumido hasta que sólo salía un hilo de bilis amarilla que lo hacía sentirse aún más nauseabundo.
Luego, miró la habitación con detalle y empezó a extrañar todo lo que había llevado consigo la noche anterior, una maleta llena de implementos de diseño gráfico, un celular nokia 6085, regalo de su última novia, un reloj Benetton de $20,000 comprado en un San Andresito, una chaqueta de cuero comprada en el 7 de Agosto, unos tenis Adidas Porsche recién comprados con la quincena del almacén donde trabajaba como vendedor los fines de semana y unos $4,000 en efectivo porque ya había pagado los $20,000 del motel y esperaba irse en buseta al siguiente día.
Con un terrible dolor de cabeza producto de la escopolamina, Julián sentía una molestia peor en el orgullo propio, sobretodo cuando pensó que debía salir del motel sin pareja, sin plata y sin zapatos. Imaginó su situación saliendo en medias y decidió que tenía que hacer algo; por eso, echó mano de las “chanclas de papel” tan recurrentes en los moteles baratos para poder salir del cuarto.
No sabía dónde se encontraban sus amigos y empezó a llamarlos con voz desesperada para no tener que tocar a la puerta y encontrarse con alguna pareja en pleno acto sexual. Una empleada del servicio le pidió que saliera del lugar porque había personas durmiendo y le preguntó qué le pasaba. Julián le contó su terrible experiencia y ella, con una sonrisa poco disimulada, le advirtió que en las habitaciones que él buscaba ya no había nadie.
Julián no tuvo otro remedio que llegar a la puerta del motel en camiseta, jeans y chanclas, mientras el frío le penetraba los huesos y salir cuando menos gente pasara caminando para tomar un taxi. Por supuesto no pudo evitar un comentario malintencionado del taxista: “¿Le gustaron harto las chanclas mijo?”, pero Julián no decía nada.
Cuando llegó a la casa, literalmente entró descalzo para no hacer ruido, pero su mamá, quien venía de la plaza de mercado, se sorprendió al ver a su hijo en un estado tan lamentable. Julián le mintió diciéndole que lo habían atracado en la calle pero que estaba bien y que no se preocupara. La angustiada madre revisó a su hijo y vio que tenía un oscuro “chupón” en su cuello, por lo que prefirió no seguir averiguando nada. Por el contrario Julián se encerró en su cuarto, lloró de rabia y decidió conservar las chanclas para recordar lo estúpido que puede ser un hombre “arrecho”.

2 comentarios:

  1. Lo peor de esa triste historia es que Julián no aprendió la lección ya que en otro de esos viernes de "juerga" conoció una mujer de dudosa procedencia y creyendo que de la aciaga experiencia de las chanclas de papel habia aprendido a no caer en la trampa de la escopolamina, decidió "manejar" el trago una vez tomo la decision de volver a un motel con esa mujer que era evidente sobresalia por sus curvas, sus enormes senos y una fragancia que lo hizo enamorarse en la pista de baile.

    Julián nunca soltó la botella, él siempre sirvio los tragos y estuvo alerta a que el "levante" de ese dia no le aplicara nada a su copa; palabras más palabras menos, Julián pensó que "la vuelta estaba lista para coronar"; además porque el trago se había acabado.

    Su ritmo cardiaco comenzó a acelerar cuando la mujer, en medio del pegajoso ritmo reguetonero que se imponía en el pequeño y húmedo cuarto del motel, se quitó lentamente su blusa escotada y el jean que aparentaba ser de marca pero no era mas que uno de esos que venden en los madrugones de San Victorino. Julián comenzo a relajarse una vez confirmó que no había mas trago mientras ella se iba a "preparar" en el baño; para él ya no había otra forma de que lo volvieran a engañar, mas cuando la mujer habia quedado en ropa interior. El momento de placer, que habia quedado aplazado aquel dia que sufrió el impase con sus amigos, había llegado a su final. Ella se fue acercando, sus coloridos labios rozaron los de Julian y una vez ella estuvo sentada encima de él, se quitó el brasier de encaje color rojo lo cual generó una excitación que desembocó en la acción cuando la mujer le dijo "PAPI, BÉSAME LOS SENOS....".

    Julian se levantó con una malestar que lo alertó de inmediato y en medio de lo abrumado y drogado que se encontraba comprendió que se habia equivocado de nuevo y recordó con rabia la sabia frase de su mamá que dice "cometer un error y no corregirlo es otro error" porque entendió que corregir el error nunca fue "haber controlado el trago" pues lo último que recordó fue cuando besó los senos de esta mujer que había hecho que de nuevo, una ladronzuela se le hubiera llevado sus pertenencias incluyendo los zapatos que lo condenaron, por segunda ocasión, a tener que utilizar las chanclas de papel para poder salir del motel y tratar de llegar a su hogar...

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  2. Gracias por complementar esta buena historia amigo "anónimo", hubiera quedado coja sin su valioso y, sobretodo, verdadero aporte.

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