Víctor era un joven misterioso,
introvertido y timorato que, aunque parecía ser una buena persona, también se
podía esperar que llegara el día menos pensado con 10 kilos de anfo para volar
la universidad.
Ninguno de sus compañeros o escasos
amigos sabía lo que pasaba por su mente y en la Universidad solo tenía una fama
clara entre sus compañeras y uno que otro compañero de indefinida inclinación
sexual… “Ese Victícor tiene un paquete el hijuemadre”…
La fama se debía al uso excesivo de
pantalones de cuero, los cuales le tallaban la entrepierna (al parecer,
producto de un complicado complejo de “gótico” que lo llevó a creerse El Cuervo),
y también al poco cuidado que tenía el hombre al sentarse con las piernas tan
abiertas como se lo permitía su flexibilidad, haciendo que sus compañeras se
deleitaran murmurando sobre el generoso bulto del hombre como su único
atractivo.
Sin embargo, su fama acabó
repentinamente aquel 16 de noviembre del 2002, año en que Víctor y sus
compañeros tuvieron un paseo casual de “amigos” al que, tal vez, solo fue
invitado para que las mentes morbosas pudieran confirmar si en realidad había
sido un bien dotado de la naturaleza. Ya varias de sus compañeros se habían
ofrecido secretamente para convertir a Víctor en leyenda viviente.
Desafortunadamente, apenas la flota
llegó a la casa alquilada de Villeta, los “bienintencionados” compañeros de
Víctor, lo llevaron a la fuerza hasta la piscina… No valieron los gritos ni la
lucha desesperada del joven, quien sabía que caer en la piscina le podía
generar una vergüenza que fácilmente lo iba a marcar eternamente en su grupo de
la Universidad. (Y en este blog que no lee casi nadie).
Los cuatro jóvenes que prácticamente
lo arrastraban, entre carcajadas, no entendían muy bien por qué una resistencia
casi sobrehumana de parte de Víctor. “¿Será que se le encoje el cuero?”,
pensaba uno, “¿Será que está estrenando un Nokia 2110?”, meditaba el otro.
Ninguno se imaginaba la catástrofe personal que estaba a punto de vivir Víctor
cuando cayó al agua.
Pasó un segundo… Risas generalizadas
por la caída de panza… Pasaron tres segundos más… Menos risas al ver que el
hombre no salía… Pasaron otros dos segundos… El cuerpo de Víctor seguía sin
luchar en el fondo y, en su lugar, dos ligeros y oscuros cuerpos comenzaron a
emerger…
Nadie entendía lo que estaba
sucediendo… “¿Ese man tenía esa vaina puesta?”, era el pensamiento generalizado
de mujeres y hombres mientras eran testigos una situación inverosímil… Dos lúgubres
medias negras, que en algún momento estuvieron enrolladas y “encaletadas” entre
el calzoncillo de aquel hombre que evitaba salir para no ser testigo de su
propia vergüenza, flotaban sin vida en medio de la piscina azul.
Aunque todos seguían aturdidos por la
escena irreal que estaban presenciando, cuando estalló la primera carcajada de
la compañera más “despierta” de Víctor, todos comprendieron que el misterioso
joven había tenido una mentira entre su pantalón para ilusionar a las desprevenidas
y se unieron sin piedad al ruidoso coro de risotadas que no ha parado ni 11 años
después al recordar el día en que murió la “verdad a medias” de Víctor.
Nota: La señorita “K”, fuente de la
historia no tiene idea de qué hubiera hecho el hombre al ir a la piscina si
este evento no hubiera ocurrido. ¿Tendría algo preparado? ¿Medias impermeables?
¿Pelotas anti stress pegadas con cinta de enmascarar? Nunca lo sabremos.
*La identidad de Víctor está protegida
para evitar burlas merecidas… (Al son de una o dos cervezas se podrá revelar
sin mayor resistencia)
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