jueves, 14 de mayo de 2015

SOBREVIVIENDO AL TRANSPORTE PÚBLICO

Hoy decidí escribir sobre esas situaciones y comportamientos que se pueden registrar con frecuencia en el transporte público, léase bus, buseta, colectivo, SITP, transmilenio, alimentador, etc; y que, aunque importan un carajo, me atreví a describir ante una completa falta de ideas para este blog:

Por regla general, un hombre tiene un 98% de posibilidades de tener que viajar parado todo el trayecto en un transporte público en hora pico. Si usted, caballero, va en bus y cuenta con la casualidad de que la silla frente a usted queda vacía, no se haga ilusiones, es perfectamente normal que ante usted sienta las miradas inquisidoras de la gente, esperando que usted ceda el lugar a una mujer, sin importar si realmente lo merezca; tampoco espere disculpas de parte de esa señora cuarentona y obesa que le quitará la silla, empujándolo sin pena. Por otra parte, si usted es de ese 2% de hombres afortunados que logró sentarse, tiene 2 posibilidades, perder la silla en la siguiente parada, o luchar sin dignidad por esta inesperada fortuna, haciéndose el dormido para no darle el puesto a nadie; tampoco se sorprenda si la misma señora obesa lo golpea repetidamente con el bolso para despertarlo con el fin de que se pare inmediatamente. 



Hablando de dormir, es perfectamente normal encontrar un somnoliento en el transporte público. Sin embargo, muy pocas veces, estos sueños plácidos tienen un buen término, más bien, por lo general, aquel entregado en los brazos de Morfeo, termina despertándose de una manera abrupta, ya sea con un cabezazo certero al mejor estilo de CR7 contra la silla de enfrente, con un golpe seco contra el vidrio lateral o, peor aún, con un terrible frentazo contra la manija del vidrio, cuyo dolor produce un latido interno que el afectado piensa que todo el mundo puede ver y, en ocasiones, genera la sensación de tener sangre en la parte golpeada. Las personas reaccionan de dos maneras diferentes frente a los golpes que los despiertan. Unos terminan despiertos con el ojo aguado, maldiciendo silenciosamente la vida y sobándose con disimulo el área afectada, mientras que otros prefieren hacer como si nada hubiera pasado y como si el tremendo sonido del golpe hubiera provenido de otro lugar del vehículo; las personas de este segundo grupo terminan generalmente dormidas de nuevo y repitiendo interminablemente el ciclo sueño-"tiestazo"-dolor.

Por otro lado, cuando a usted las circunstancias le obligan a ir de pie, siempre, siempre que usted se agarra de la poco higiénica varilla de un bus y que generalmente tiene una sustancia pegajosa que se adhiere fácil y asquerosamente a su mano... Siempre, va a sentir la imperiosa necesidad de rascarse la cara por una picazón que no da espera. Si se olvida de todas las bacterias que puede llevar a su cara, bien puede aliviar la comezón, pero si guarda algo de escrúpulo, tendrá que recurrir a ciertos malabares para rascarse con las mangas de la chaqueta, la sombrilla, la maleta, etc.

Y en lo posible trate de evitar tener a su lado a alguien con maleta, pues generalmente se trata de estudiantes que parece que llevaran un enano metido en estos utensilios y que, al hacer un movimiento mínimo, se genera una fuerza descomunal que lo puede llevar a usted a "irse de jeta".

Finalmente, no intente forzar su entrada a un vehículo que ya parece vomitar gente por la puerta. Esto lo puede llevar a exponerse a que, le quede media pierna volando, pierda un zapato en la entrada y, si es mujer, quede con medio bolso por fuera o con el pelo aprisionado por la puerta; lo que divertirá mucho a los demás ocupantes del bus, pero no será tan agradable para usted.