miércoles, 30 de enero de 2013

DE LAS SERIES OCHENTERAS… SEGUNDA ENTREGA

Fuera de este mundo: Yo andaba enamorado de Eve, esta tierna monita que podía parar el tiempo tan solo con unir los índices y volver a la normalidad pegando las palmas (y que, por cierto, era igualita a una compañera mía). Hoy en día la actriz Maureen Flannigan ya tiene pinta de gringa pensionada, pero igual me dejó muy buenos recuerdos. La historia trataba de una niña que adquiría el poder de jugar con el tiempo, gracias a los genes de su padre, un extraterrestre que se comunicaba con ella por medio de un artefacto de cristal en forma de cubo que cambiaba de color por una razón desconocida (efecto “Guri-Guri” tal vez). Eve vivía con su mamá y el elenco lo completaba un tío gordinfla, un alcalde pícaro, un amigo recontramaricotas, una amiga fastidiosa y un mono “desgualamido” (que era el novio).



Sledge Hammer: Una de las primeras frases de televisión que se volvió famosa en mi época de adolescente fue: “Confía en mí, sé exactamente lo que hago”, con la que Sledge Hammer siempre sentenciaba una situación de peligro para después cagarla con toda. Este seudodetective que dormía, se bañaba y hablaba con su magnum .44 era un sicópata que veía a todos como enemigos y posibles objetivos de una de sus balas. Un personaje excelente y que perfectamente encajaría con la tremenda paranoia con la que vivimos en Bogotá!



Mi secreta identidad: Todavía sueño con el día en que pueda volar impulsado con un desodorante en espray, como lo hacía el protagonista de esta historia. Andrew es un adolescente que es alcanzado por un rayo en el laboratorio de su amigo, quien es… ¿adivinan?, por supuesto, un científico chiflado al mejor estilo del Dr Brown de “Volver al futuro”, pero obeso; y convierte al joven en un superhéroe con la capacidad de volar, alcanzar grandes velocidades y con huesos de acero, para así luchar contra el crimen y por la vecinita linda con un papá más agrio que el vinagre.
Nota 1. Hasta hoy me entero que esta serie era canadiense, no estadounidense… 

Nota 2. ¿Sabía que este "peladito" excesivamente pecoso fue el mismo que actuó en "Deslizadores"?

Los científicos rebeldes: Esta serie contaba la historia de un grupo de súper humanos con diversos poderes, pero cansados de ser anormales. Así, un hombre común y corriente, con el único poder de hablar mierda, crea un grupo que lucha contra el crimen, conformado por un negrito de 2 metros y 1/2, parecido a Bonner Mosquera que puede encogerse hasta el tamaño de un muñequito de yupi solo tocándose la nuca, un “metacho” con súper velocidad y rayos de energía pero a quien el agua lo jode, y una “peladita” (Courtney Cox), con problemas de vandalismo y con poderes telekinéticos  sin necesidad de una Xbox 360.


Nota 1. El jefe del instituto era el mismo “viejo Willy”, no Willington Ortiz, por supuesto, sino el padrastro de Alf. "No hay problema".

Nota 2. Al “chatarrero” de la energía le gustaba cantar “Jhonny B Goode” para atacar. La misma canción que entona Marty Mc Fly en el pasado, luego de gusanearse con su propia madre. 

Nota 3.  ¿Sabía usted que el negrito de 2 metros y medio de esta serie (alma bendita), estuvo bajo el disfraz del mismísimo Depredador en las dos primeras películas? Y también encarnó a Big Foot (cortesía de Ignacio Ardila). Todo el mundo se aprovechaba de la altura del chocoano.

Nota 4. Aquí conocí a Courtney Cox, mucho antes de que fuera Mónica en Friends y, aquí sí, con apenas 20 añitos. Bonita ella.

Lobo del aire El famosísimo helicóptero con forma de ballena orca (entonces no!), tenía más armas que Venezuela, era blindado, tenía turbo y podía volverse invisible para los radares… En otras palabras, era el hermano volador de Kitt “El Auto Fantástico”. El helicóptero era comandado por un tipo de apellido Hawke (por supuesto, haciendo referencia al halcón) y Santini, un viejito bonachón, con pinta de borracho, pero peligroso cuando estaba de mal genio. La serie tuvo una temporada final donde mataron a todos los protagonistas y pusieron a un “pelagatos” con quijada partida que no gustó mucho.

Nota 1. El viejito alegrón, don Ernest Borgnine, entre los 1000 personajes que interpretó antes de morirse el año pasado, encarnó también al centurión romano de la famosa frase: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa… Pero una palabra tuya bastará para sanarme”; le curaron al sirviente y después se hizo el loco para no ayudar a Jesús. (Bueno, ustedes sabrán mejor la historia, yo no sé qué pasó después con el tal centurión). Aporte de Anónimo 02/01/13: También Borgnine se la montaba a un entelerido Frank Sinatra en "De aquí a la eternidad"